Una
introspección
pictórica
Cada vez que cojo el pincel retomo un aprendizaje que comenzó la primera vez que pinté en mi vida y que no terminará hasta la última vez que lo haga. Cada comienzo de una pintura es a la vez una nueva mirada introspectiva, la experiencia y la exigencia me llevan a finalizar la obra y entonces yo ya habré cambiado. El proceso es una transformación. Como si fuera una mezcla de colores así se funden también el contenido y la forma, la mano y la mente.
En una primera etapa, que puede durar meses, la mente despierta está buscando el tema, lo representado. Recuerdos o experiencias, matices, miradas… Ella conoce bien la lucha pictórica y después de largo tiempo meditando sin acción alguna, es el momento de ponerla en un segundo plano. A partir de la primera pincelada es el cuerpo el protagonista y sus movimientos intuitivos son esenciales.
La crítica vendrá después, el tiempo destapará nuevos caminos y retos para siguientes batallas.

«Muchas veces la primera confrontación física con la obra es el lienzo en blanco. Un blanco que sin embargo con frecuencia transformo en marrón o en negro, o en acero, o en transparencia total.»